"Sólo se volverá clara tu visión cuando puedas mirar en tu propio corazón, porque quien mira hacia afuera sueña y quien mira hacia adentro, despierta" C. G. Jung
Vivir en plenitud es posible cuando elegimos transitar "caminos con corazón".


Semillas para la Vida - Embajada de Paz - Distinción otorgada por Mil MIlenios de Paz y Fundación Paz, Ecología y Arte

lunes, 28 de octubre de 2024

Un Llamado Urgente a la Coherencia

En estos tiempos que estamos transitando, las ideologías se esfuerzan en sostener sus dogmas, en detrimento de la coherencia. Las frases hechas se repiten una y otra vez a viva voz -y a veces a los gritos- defendiendo lo que los dogmas “nos dicen”, sin pasar por la reflexión profunda de sus contenidos y sin darnos la posibilidad de poder escuchar otras voces, otros modos de expresar, de sentir, de hacer y de pensar; hacemos –consciente o inconscientemente- un culto de la violencia y de los egos heridos, volviéndonos sordos frente a otras voces que se expresan distinto. En ese “monólogo de gritos y de violencia” se pierde el intercambio; la posibilidad de enriquecer nuestras miradas, de ver con claridad nuevas alternativas y posibilidades; nos perdemos la oportunidad de descubrir los puntos de encuentro -al aferrarnos a los desencuentros- y de ser mejores seres humanos a cada paso del camino. Vamos perdiendo de vista la natural transformación de la vida, que es la que nos guía hacia los nuevos ritmos de nuestra existencia en este planeta.

Frente a hechos generalizados de violencia, intolerancia, odio, enojo, rabia, egos heridos… se levantan las banderas de los dogmas sin dar tiempo ni espacio a la reflexión profunda para sustentar la coherencia entre lo que sentimos, pensamos y hacemos. Aferrados a la zona de confort y a las ideologías enquistadas en el tiempo, no escuchamos más que la propia voz y –defendiendo la unidad en la diversidad- pasamos por alto que en realidad, estamos discriminando al atacar a quienes piensan, sienten y deciden vivir de un modo diferente al nuestro.
Estamos necesitando con urgencia sustentar la coherencia; crear el hábito de hacer un espacio de silencio personal para reflexionar sobre nuestra coherencia cotidiana, personal y social; tomarnos el tiempo para separar lo esencial de aquello que no lo es; para diferenciar lo coherente de lo incoherente; para depurar nuestras viejas creencias e ideologías y ver claro el nuevo camino,  para poder avanzar con el “corazón abierto” hacia una convivencia en armonía, vibrando auténticamente en sintonía con la “Unidad en la Diversidad”.
Si queremos que la PAZ prevalezca, empecemos mirándonos íntimamente con los ojos del alma, desprovistos de prejuicios y de falsas miradas, despejando el camino de aquellos dogmas obsoletos que nos anclan en el tiempo y se transforman en frases perimidas que se alejan de los nuevos ritmos de la vida, transformándose en lastre que dificulta nuestra evolución personal y social.
Seamos sembradores de PAZ! Allí donde haya odio sembremos AMOR; donde percibamos ofensa sembremos PERDÓN; donde aparezca la oscuridad sembremos LUZ, donde haya tristeza sembremos ALEGRÍA; donde haya dudas sembremos FE; donde encontremos desesperación sembremos ESPERANZA… Seamos el cambio que queremos ver florecer en nuestro mundo!!!


La Coherencia y la  Cultura de Paz

La coherencia es un ingrediente esencial para una Cultura de Paz. La coherencia sustenta el balance entre nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, y –al hacerlo- también sostiene nuestra vitalidad en todos los sentidos de la vida.
La coherencia es vital para una convivencia en paz y necesitamos ser conscientes de su importancia en nuestra vida personal, social y en nuestra vida planetaria.
La coherencia simbólicamente es una semilla que elegimos sembrar y cuidar; la coherencia se cultiva conscientemente. “Ser coherentes” es una decisión personal y es también, una elección de vida. Para sustentarla en cualquier tiempo y lugar necesitamos recurrir a todos los medios posibles a nuestro alcance; sostenerla en nuestro día a día requiere de nuestra observación consciente  y silenciosa de nosotros mismos, de nuestras acciones, pensamientos, sentimientos y actitudes.
Crear el hábito de preguntarnos, observarnos, indagarnos, descubrirnos, se convierte en un camino esencial para lograr nuestra transformación personal en seres de paz y – a través de ella- la transformación grupal de una sociedad orientada hacia un modo de convivencia en el que la paz y la armonía prevalezcan por encima de todos los desencuentros y todo tipo de guerras.
Estas prácticas son voluntarias y conscientes y ayudan a sostener nuestra coherencia personal cotidiana y –al hacerlo- contribuimos al balance de una sociedad en la cual la coherencia también prevalezca en todos los ámbitos en los que cualquiera de nosotros despliegue sus diferentes roles, con responsabilidad personal- social.
La coherencia nos facilita –como individuos y como sociedad- llegar a nuestro destino y lograr realizar nuestros anhelos del alma en lo personal y en lo grupal.
Todo comienza en nuestra intimidad; en nuestro mundo interno, ése que nos pone en acción guiados por la sabiduría del alma.
Cualquier cambio que queremos ver hecho realidad se inicia en nosotros mismos y ese cambio personal es el punto de partida para cualquier cambio grupal y social.
Somos seres sintientes y pensantes, con el don de poder decidir por nuestros propios medios. Nosotros somos los responsables de construir un modelo social en el que la coherencia, la paz y la armonía prevalezcan por encima de la violencia, los desencuentros y los odios; de nosotros depende plasmar ese modelo en la realidad. Pero recordemos siempre que el movimiento nace en nuestro interior, porque desde allí se impulsan las acciones coherentes con nuestros sentires, modos de pensar y de ver la vida y la suma de las acciones individuales responsables y conscientes, dará forma a las acciones grupales en sintonía con nuestra coherencia personal.

jueves, 13 de junio de 2024

Las pequeñas acciones cotidianas hacen la diferencia

Nuestras acciones cotidianas

Recordemos esta parábola… “El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo. Sin duda, es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece, es la mayor de las plantas; se hace árbol de tal manera, que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas” (San Mateo 13. 31-32).

Cada una de nuestras acciones es una semilla que elegimos diariamente para nuestra siembra. Sembramos pensamientos, actitudes y acciones-semillas, en nuestra conciencia y en nuestra materia. Necesitamos hacer una selección consciente de cada una de esas semillas para que nuestra cosecha sea una buena cosecha!

¿Qué ocurre antes de llegar a la acción? ¿Qué nos impulsa a hacer cosas? ¿Dónde y cuándo nace una acción?

Evoquemos el instante previo a decir algo; observemos nuestro cuerpo y podremos darnos cuenta de pequeños cambios que se van sucediendo en la tensión muscular, la temperatura corporal, el ritmo de la respiración, el pulso, la postura, la actitud corporal. Este conjunto de sensaciones físicas se vincula al movimiento que ocurre en el mundo interno antes de la acción, como cuando se prepara el terreno para la siembra. 

Los sentimientos hospedados en el corazón se expresan a través de pensamientos y representan las primeras semillas de la acción. El proceso continúa, una acción va llevando a otra, produciendo cambios en nuestra realidad próxima y permitiendo el inicio de nuevos ciclos de expansión que irán generando transformaciones a nuestro alrededor.

En todo este proceso, nuestra responsabilidad es asumir actitudes “pro-activas” en lugar de reactivas y llevar a cabo acciones que trasciendan los juegos del ego, de modo que la mente tenga poder sobre la materia, para que nuestras acciones logren quebrar los patrones erróneos que detienen nuestra evolución.

Acciones visibles y acciones “invisibles” – Acciones internas y acciones externas

Las acciones visibles son aquellas acciones externas, las que son notorias, las que hacemos “en grande”, las que dejan grandes marcas. Son las que hacemos con otros, que se muestran fácilmente y que podemos identificar a primera vista.

Las acciones invisibles son aquellas pequeñas acciones que hacemos en silencio, que no divulgamos y también, las que hacemos en casa cuando estamos a solas pero que se vuelven visibles por sus efectos, cuando podemos ver sus consecuencias. También son las pequeñas acciones cotidianas internas, las que hacemos hacia adentro, las que transcurren en nuestra mente, con nuestros pensamientos, porque nuestros pensamientos también son acciones. 

Son aquéllas que nos ayudan a sostener nuestra conexión con el mundo espiritual, con nuestra esencia y que pueden darnos la posibilidad de expandir nuestra conciencia y transformarnos en seres plenos. Las acciones invisibles e internas llegan a mover montañas!!! Tal vez no se vean a simple vista, pero -como las semillas- germinan en silencio y aparente inmovilidad, como ocultándose de las miradas curiosas y luego, devienen en importantes transformaciones de la realidad personal y más allá también, haciéndose realmente notorias por sus efectos.

Nuestras pequeñas acciones silenciosas cuentan en este proceso. Aunque otra persona no lo haga, puedo hacer mi parte y hacerla bien.

¿Qué significa “hacerlo bien”? Significa generar acciones desde el corazón, con la intención de lograr un bien mayor, para uno mismo y para todos, despertando la belleza intrínseca de cada acción que nace de la bondad, la generosidad, el respeto por la vida y esencialmente, del amor infinito. Estas acciones ocurren más allá de la presencia de testigos y aunque se hacen en silencio, son poderosas.

En sintonía con la visión de Gandhi, seamos el cambio que queremos ver plasmado en la realidad social. Nuestras pequeñas acciones -silenciosas o no- cuentan en este proceso de transformación. El cambio comienza en cada uno de nosotros porque formamos parte de un todo mayor, una unidad cósmica y luminosa, de la que hemos recibido la “chispa Divina”, el aliento primero que sostiene nuestra conexión con lo Infinito.

La física cuántica ha demostrado la existencia de campos morfo-genéticos, una gran trama energética de la que todos somos parte. Nuestras acciones individuales -aún las más pequeñas e insignificantes- generan movimientos que se van multiplicando en otros seres, que se expanden y que, cuando alcanzan una masa crítica, producen una transformación que sucede más allá de nuestros ojos, capaz de generar cambios en la conciencia en toda la humanidad.

jueves, 9 de mayo de 2024

 Ser Conscientemente Responsables

La responsabilidad es una cualidad completamente voluntaria, basada en el libre albedrío; es la habilidad de responder, de poner atención y cuidado en los pensamientos, las acciones y las decisiones. Somos responsables cuando respondemos por nuestros actos, nuestras palabras y por las decisiones que tomamos.

En la convivencia cotidiana la responsabilidad es un valor ineludible, un elemento básico para sustentar la armonía y el balance saludable en todos los ámbitos de convivencia (familia, amigos, sociedad, espacios profesionales e institucionales y el espacio natural que elegimos para vivir).

La responsabilidad revela nuestro nivel ético; ser conscientemente responsable es un acto voluntario que implica respeto y transparencia de nuestros actos y -a la vez- revela nuestro cuidado, respeto y amorosidad hacia los demás seres. Se vincula también con nuestra disponibilidad para asistir a otras personas y esto nos lleva a la “responsabilidad social”.


Ser Conscientes de nuestra Responsabilidad Social

La “responsabilidad social” posiblemente es uno de los valores reconocidos en los grupos comunitarios desde los orígenes de la humanidad, resguardado por las normas de convivencia y luego, por las leyes escritas.

Somos socialmente responsables de un modo personal; esto surge cuando reconocemos nuestro poder para influir sobre los demás a través de nuestros pensamientos, acciones y decisiones con el compromiso de “no manipular” las acciones y decisiones de los demás con un beneficio exclusivamente propio.

Lo importante es sostener nuestra conducta ética en cualquiera de los ámbitos de convivencia, trascendiendo lo normativo y lo legal. Nuestra responsabilidad social individual es nuestra conducta ética como miembros de la sociedad en la cual vivimos, para con nosotros mismos y con todo nuestro entorno. Va mucho más allá de las obligaciones legales; está vinculada con nuestro mundo íntimo, con nuestras actitudes en el hogar, con nosotros mismos, con nuestras familias, amigos, ambiente, espacios laborales

domingo, 14 de abril de 2024

Caminemos de forma sagrada

Caminar de forma sagrada es dar cada paso como si fuera el primero y vivir cada minuto como si fuera el único y sintiendo que cada paso es el primero de un sinfín de pasos. Es abrazar con nuestras manos los caminos y asombrar nuestros ojos con colores nuevos.

Andar de modo sagrado es encontrar en la vida la expresión del alma; es aprender a ser libres y permitir que la luz que brilla en la esencia de todas las cosas y de todos los seres -en cada instante de vida- nos indique cuándo, cómo y hacia dónde dar nuestro próximo paso.

Es andar el camino sin prisa, abriendo nuestro cuerpo a la flexibilidad y nuestro corazón al misterio de lo sagrado que nos aguarda en nuestro viaje por la vida.

Caminar de forma sagrada es caminar con sutileza, suavemente, como acariciando apenas el suelo, como si estuviéramos suspendidos en el aire.

Es caminar con respeto y con cuidado; es andar con el corazón abierto y la sensibilidad a flor de piel, percibiendo que cada instante es único, que cada amanecer es una promesa de vida, que cada despertar es un renacimiento.

Es andar con el corazón lleno de gratitud, disponible para celebrar la vida a cada paso y brindarnos incondicional y amorosamente en cada encuentro.

Es hacer de la vida un arte y vivir a la luz de la vida.

Caminar de modo sagrado es una creación inspirada en la luz del alma, en su esplendor e infinitud; es danzar con la vida siguiendo sus múltiples ritmos, en sintonía con su “Groove”. Es darnos cuenta que, cuando equivocamos el camino, nuestros pasos se corrigen desde el amor y la comprensión, transformando cada error en un amoroso aprendizaje de vida.

Caminar de forma sagrada es recorrer el camino dejándonos fluir, dando cada paso con liviandad y sin crear más ego; es caminar con humildad sintiendo así, la libertad de “ser”. Es recomponer esa parte del universo que nos toca, esa porción del todo que es nuestra responsabilidad, ayudando a la siembra compartida, brindando nuestras semillas de luz -las mejores de nuestra selección- para contribuir a una maravillosa cosecha compartida.

Aprender a caminar de forma sagrada será nuestra mejor ofrenda a la vida, porque estaremos en sintonía con la vida planetaria, con sus múltiples manifestaciones, con esa red invisible que nos une y nos reúne en una misma trama, en la que cada nodo es importante para la existencia de toda la trama.

Necesitamos fortalecer nuestra sensibilidad profunda para ser receptores de las voces sutiles que van guiando nuestros pasos. Somos portadores de una fuerza infinita que nos anima y nos lleva a la acción. Aprender a comunicarnos con esa fuerza a través de sus diversos canales es –realmente- un aprendizaje de vida que desarrollamos a lo largo de todo nuestro recorrido por esta vida planetaria.

Tenemos que “recordar” cómo caminar de un modo sagrado para realizar nuestro destino, para ofrecernos a la vida desde lo más profundo y ser protagonistas de las transformaciones necesarias que prolonguen la vida de nuestra especie humana en este planeta. Sólo tenemos que sentirlo, decidir e ir a la acción!!!


jueves, 21 de marzo de 2024

 

Cómo vincularnos con la PAZ en contextos de violencia

La paz es un estado interno de balance que involucra cuerpo, mente, emociones, afectividad, espíritu y también nuestra conectividad, es decir, nuestros vínculos con el medio natural y con los demás seres en el contexto social.

La PAZ es un fenómeno interno y externo, referido a la ecología interna, social y planetaria. Cuando hablamos de paz estamos hablando de armonía, de balance y del ritmo fluido de la vida que vivimos.

Somos seres humanos, planetarios y espirituales, integrados en unidad en nosotros mismos en todos los aspectos: físico, emocional, mental y espiritual.

Ser seres de paz implica tener conciencia transpersonal, amplia capacidad de autoconocimiento y la responsabilidad personal de autosustentar la propia evolución, transformación y trascendencia que contribuya a sostener el balance vital en lo personal, en lo social y con el medio natural.

Aún en contextos de violencia podemos transformarnos en seres de paz porque la paz inicia en nuestro universo interno; en nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestros pensamientos y para explorar cómo transformarnos en “seres de paz”, necesitamos considerar la paz en nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestra mente, para que luego se proyecte más allá de nuestra individualidad.

Cuando la violencia externa nos moviliza, nos altera y nos lleva a perder nuestro balance estamos frente a un “síntoma”, a un llamado de atención para que volvamos a focalizarnos en ese aspecto de la paz que nos vincula con nuestra ecología interna.

Recordemos que nuestra vida transcurre en un mundo de relaciones, de vínculos múltiples y diversos que tejen una trama que nos involucra profundamente, en la que todo está vinculado con todo.

Recordemos también que la transformación personal es la que posibilita la transformación social; que si queremos que la paz abrace nuestro ámbito de vida, primero es necesario que nos transformemos personalmente en seres de paz para que la paz en lo externo sea el fiel reflejo de la paz en nuestro mundo interno. Una fuente de inspiración  para transformarnos en seres de paz, en lo personal y en lo social puede ser el legado de los esenios a la humanidad; más allá del origen de esta hermandad, más allá del ámbito geográfico en el cual vivieron, lo importante es que existieron hace miles de años (mucho antes de la era cristiana) y dejaron un legado de enseñanzas que aparecen también en el “Zend Avesta” de Zoroastro, en el Brahmanismo, en los sistemas  vinculados al yoga, en las enseñanzas del budismo tibetano, en la escuela de Alejandría (Egipto) y también, en la cultura occidental (en la Francmasonería, Gnosticismo, la Kabala, el Cristianismo).

Los esenios vivían en comunidad, a orillas de lagos y ríos, lejos de las ciudades. Compartían todas sus pertenencias por igual, eran absolutamente vegetarianos; eran agricultores y arboricultores y tenía un gran conocimiento de los suelos, del clima y los cultivos. Carecían de esclavos y criados. Dedicaban mucho tiempo al estudio de las escrituras antiguas, a la enseñanza, la sanación y la astronomía. Realmente, su vida era simple, ordenada, organizada y tenían rutinas saludables, vinculadas a la espiritualidad. Respetaban el sábado (shabat) y ese día lo dedicaban al estudio, a la conversación, a la música y a la atención de visitas. Todas sus actividades eran la expresión del amor altruista y creativo. Los esenios sabían vincularse con todos los elementos de la naturaleza y dominaban un conocimiento profundo de sus energías y la interrelación con todo en este planeta. Ese conocimiento les permitía comprender el funcionamiento corporal y su adecuada alimentación; consideraban al ser humano como una parte de esa gran trama viva e inclusiva. Sabían encontrar el balance vital y recuperarlo cuando lo perdían y tenían el don de la sanación. La meditación, la comunión con las fuerzas de la vida y del universo, el perfeccionamiento del cuerpo y de la mente, la alimentación consciente, el sentido profundo de familia, de humanidad, de espiritualidad y el respeto profundo por la sabiduría legada por los grandes maestros de todas las épocas de la humanidad, seguramente pueden ser una fuente de inspiración para nuestra propia transformación en seres de paz.

* Paz en el cuerpo

Nuestro cuerpo es un sistema físico por donde circula la energía vital y psíquica. Esta energía recibe diferentes nombres según las diferentes culturas: en el mundo griego se llama “pneuma”; en el judaísmo “ruach”; en la cultura china “Ki o Chi”; en el yoga, “prana”; en Polinesia, “mana”; en el Egipto antiguo, “ka”; en la cultura Dakota, “wakanda”(sólo para traer algunos ejemplos). Esta energía sutil es el llamado “aliento de vida”. La circulación de esta energía por el sistema físico a veces se bloquea por diferentes motivos y –en esos casos- es necesario recurrir a métodos o recursos que ayuden a su reconocimiento, desbloqueo y a la relajación para que vuelva a fluir libremente por los canales adecuados de circulación de esa energía.

Podemos nombrar algunas prácticas que incluyen recursos de relajación:

* yoga * tai chi * aikido * judo *eutonía -entre otras-

También la alimentación contribuye a la sustentabilidad de la libre circulación de esta energía vital; una dieta consciente, saludable y balanceada complementa el movimiento saludable y consciente del cuerpo.

* Paz en el corazón

Cuando hablamos del corazón incluimos las emociones y la afectividad. Generalmente, este aspecto ha sido relegado en el ámbito de la educación y desplazado por la desbordada atención que se le ha dado (y aún se le da en cierto modo) a la intelectualidad, a la cual se le dio supremacía. Hoy se ha comenzado a hablar de la inteligencia emocional y afectiva, generando nuevas responsabilidades, como la responsabilidad afectiva y emocional.

* Paz mental

La mente se vincula con la inteligencia, la percepción y la memoria. Pero la mente también es energía sutil, energía espiritual.

¿Cómo podemos aquietar nuestra mente?

Uno de los recursos más conocidos es la meditación.

La meditación disuelve las fronteras que existen entre el Yo y el mundo exterior; es el retorno hacia uno mismo, al cuerpo de uno; es un recorrido por nuestro mundo interno, por el silencio que trae respuestas, que abre puertas a nuevos caminos y alternativas; que calibra nuestra mirada del mundo y de la vida desde una perspectiva inclusiva y expandida.

La persona que medita trasciende el concepto del espacio-tiempo, por eso decimos que disuelve las fronteras entre el yo y el mundo que nos rodea y en ese estado se experimenta la llamada “paz interior”, incluyendo el aquietamiento de los pensamientos y del caos mental.

Meditar produce mejoras en muchos aspectos:

*estado mental *atención *memoria *balance emocional *sincronización de las ondas cerebrales de ambos hemisferios *productividad laboral *estimula y despierta la conciencia *representa un antídoto a la alienación *facilita la resolución de conflictos sin violencia, con sabiduría y amabilidad *nos vuelve seres más abiertos, más conscientes, menos autómatas y menos alienados.

Estas mejoras que se observan como efectos de la meditación también se hacen extensivos a otras prácticas como las danzas meditativas, el Tai chi, el Chi Kung, las danzas rituales de las culturas originarias y milenarias; las danzas circulares del mundo o danzas sagradas circulares; éstas y otras son prácticas que colaboran con la paz mental, la paz del corazón y la paz corporal.

* Paz social

La paz social es una consecuencia de la paz en uno mismo. La paz social incluye la paz con la naturaleza y con el planeta y se relaciona con los vínculos y la convivencia.

En la convivencia se dan algunas circunstancias que quiebran la armonía de todo el contexto. Existen acuerdos sociales que se transforman en presiones sociales que obligan a los individuos a adoptar reglas anormales y destructivas. Son consensos patogénicos muchas veces llamados “guerras justas”, que logran respaldos legales. Por eso, en las guerras se justifican las muertes y se las considera normales; se normaliza la guerra e incluso se justifica cualquier acto violento “en defensa del honor herido”; de este modo, las guerras se transforman en duelos de “honor herido colectivo” que involucran a sociedades enteras, volviéndolas prisioneras de esa "patología de la normalidad". 

En esos contextos de convivencia, la falta de armonía causa la formación de una sociedad violenta, patológica y patogénica en sus vínculos con los individuos que la constituyen, volviéndolos prisioneros de esa patología “consensuada” e incluso, amparada muchas veces por la legislación.

La mayoría de nuestras costumbres son el resultado de aquellas normas que hemos copiado de nuestros padres, de otros ancestros y de los educadores que han pasado por nuestras vidas. Ellas tienen por finalidad preservar nuestro equilibrio físico, psíquico y emocional; en muchas oportunidades esas normas pueden ser destructivas pero igualmente las adoptamos y sostenemos porque fueron consensuadas y forman parte de esa “normalidad acordada” como pauta de convivencia. Esas normas se vuelven patógenas y generan hábitos insalubres que están lejos de contribuir con una cultura de paz; pero si hacemos consciente esa condición, podremos abandonarlas, trascenderlas y transformarlas, encontrando las normas de convivencia adecuadas, coherentes con la esencia de una cultura de paz.