En estos tiempos que estamos transitando, las ideologías se esfuerzan en sostener sus dogmas, en detrimento de la coherencia. Las frases hechas se repiten una y otra vez a viva voz -y a veces a los gritos- defendiendo lo que los dogmas “nos dicen”, sin pasar por la reflexión profunda de sus contenidos y sin darnos la posibilidad de poder escuchar otras voces, otros modos de expresar, de sentir, de hacer y de pensar; hacemos –consciente o inconscientemente- un culto de la violencia y de los egos heridos, volviéndonos sordos frente a otras voces que se expresan distinto. En ese “monólogo de gritos y de violencia” se pierde el intercambio; la posibilidad de enriquecer nuestras miradas, de ver con claridad nuevas alternativas y posibilidades; nos perdemos la oportunidad de descubrir los puntos de encuentro -al aferrarnos a los desencuentros- y de ser mejores seres humanos a cada paso del camino. Vamos perdiendo de vista la natural transformación de la vida, que es la que nos guía hacia los nuevos ritmos de nuestra existencia en este planeta.
Construir puentes entre lo tangible y lo intangible-Ver con el corazón-Crear el hábito del espacio de silencio interno-Compartir-Descubrir-Inspirar-Co-crear-Vivir plenamente la experiencia de SER
lunes, 28 de octubre de 2024
Un Llamado Urgente a la Coherencia
La
Coherencia y la Cultura de Paz
jueves, 13 de junio de 2024
Las pequeñas acciones cotidianas hacen la diferencia
Nuestras acciones cotidianas
Recordemos esta parábola… “El Reino de los Cielos es
semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo. Sin
duda, es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece, es la mayor
de las plantas; se hace árbol de tal manera, que vienen las aves del cielo y
hacen nidos en sus ramas” (San Mateo 13. 31-32).
Cada una de nuestras acciones es una semilla que elegimos
diariamente para nuestra siembra. Sembramos pensamientos, actitudes y
acciones-semillas, en nuestra conciencia y en nuestra materia. Necesitamos
hacer una selección consciente de cada una de esas semillas para que nuestra
cosecha sea una buena cosecha!
¿Qué ocurre antes de llegar a la acción? ¿Qué nos impulsa a hacer cosas? ¿Dónde y cuándo nace una acción?
Evoquemos el instante previo a decir algo; observemos nuestro cuerpo y podremos darnos cuenta de pequeños cambios que se van sucediendo en la tensión muscular, la temperatura corporal, el ritmo de la respiración, el pulso, la postura, la actitud corporal. Este conjunto de sensaciones físicas se vincula al movimiento que ocurre en el mundo interno antes de la acción, como cuando se prepara el terreno para la siembra.
Los sentimientos hospedados en el corazón se expresan a través de pensamientos y representan las primeras semillas de la acción. El proceso continúa, una acción va llevando a otra, produciendo cambios en nuestra realidad próxima y permitiendo el inicio de nuevos ciclos de expansión que irán generando transformaciones a nuestro alrededor.
En todo este proceso, nuestra responsabilidad es asumir actitudes “pro-activas” en lugar de reactivas y llevar a cabo acciones que trasciendan los juegos del ego, de modo que la mente tenga poder sobre la materia, para que nuestras acciones logren quebrar los patrones erróneos que detienen nuestra evolución.
Acciones visibles y acciones “invisibles” – Acciones internas y acciones externas
Las acciones visibles son aquellas acciones
externas, las que son notorias, las que hacemos “en grande”, las que dejan
grandes marcas. Son las que hacemos con otros, que se muestran fácilmente y que
podemos identificar a primera vista.
Las acciones invisibles son aquellas pequeñas
acciones que hacemos en silencio, que no divulgamos y también, las que hacemos
en casa cuando estamos a solas pero que se vuelven visibles por sus efectos, cuando
podemos ver sus consecuencias. También son las pequeñas acciones cotidianas
internas, las que hacemos hacia adentro, las que transcurren en nuestra
mente, con nuestros pensamientos, porque nuestros pensamientos también son
acciones.
Son aquéllas que nos ayudan a sostener nuestra conexión con el mundo espiritual, con nuestra esencia y que pueden darnos la posibilidad de expandir nuestra conciencia y transformarnos en seres plenos. Las acciones invisibles e internas llegan a mover montañas!!! Tal vez no se vean a simple vista, pero -como las semillas- germinan en silencio y aparente inmovilidad, como ocultándose de las miradas curiosas y luego, devienen en importantes transformaciones de la realidad personal y más allá también, haciéndose realmente notorias por sus efectos.
Nuestras pequeñas acciones silenciosas cuentan en este proceso. Aunque otra persona no lo haga, puedo hacer mi parte y hacerla bien.
¿Qué significa “hacerlo bien”? Significa generar acciones desde el corazón, con la
intención de lograr un bien mayor, para uno mismo y para todos, despertando la
belleza intrínseca de cada acción que nace de la bondad, la generosidad, el
respeto por la vida y esencialmente, del amor infinito. Estas acciones ocurren
más allá de la presencia de testigos y aunque se hacen en silencio, son
poderosas.
En sintonía con la visión de Gandhi, seamos el cambio que
queremos ver plasmado en la realidad social. Nuestras pequeñas acciones -silenciosas
o no- cuentan en este proceso de transformación. El cambio comienza en cada uno de nosotros porque formamos parte de un
todo mayor, una unidad cósmica y luminosa, de la que hemos recibido la “chispa
Divina”, el aliento primero que sostiene nuestra conexión con lo Infinito.
La física cuántica ha demostrado la existencia de campos
morfo-genéticos, una gran trama energética de la que todos somos parte.
Nuestras acciones individuales -aún las más pequeñas e insignificantes- generan
movimientos que se van multiplicando en otros seres, que se expanden y que, cuando alcanzan una masa crítica, producen una transformación que sucede más
allá de nuestros ojos, capaz de generar cambios en la conciencia en toda la
humanidad.
jueves, 9 de mayo de 2024
Ser Conscientemente Responsables
La responsabilidad
es una cualidad completamente voluntaria, basada en el libre albedrío;
es la habilidad de responder, de poner atención y cuidado en los
pensamientos, las acciones y las decisiones. Somos responsables cuando
respondemos por nuestros actos, nuestras palabras y por las decisiones que
tomamos.
En la convivencia
cotidiana la responsabilidad es un valor ineludible, un elemento básico para
sustentar la armonía y el balance saludable en todos los ámbitos de convivencia
(familia, amigos, sociedad, espacios profesionales e institucionales y el
espacio natural que elegimos para vivir).
La responsabilidad
revela nuestro nivel ético; ser conscientemente responsable es un acto
voluntario que implica respeto y transparencia de nuestros actos y -a la
vez- revela nuestro cuidado, respeto y amorosidad hacia los demás seres.
Se vincula también con nuestra disponibilidad para asistir a otras personas y esto
nos lleva a la “responsabilidad social”.
Ser Conscientes de nuestra Responsabilidad Social
La “responsabilidad social” posiblemente es uno de los valores reconocidos en los grupos comunitarios desde los orígenes de la humanidad, resguardado por las normas de convivencia y luego, por las leyes escritas.
Somos socialmente
responsables de un modo personal; esto surge cuando reconocemos nuestro
poder para influir sobre los demás a través de nuestros pensamientos, acciones
y decisiones con el compromiso de “no manipular” las acciones y
decisiones de los demás con un beneficio exclusivamente propio.
Lo importante es sostener nuestra conducta ética en cualquiera de los ámbitos de convivencia, trascendiendo lo normativo y lo legal. Nuestra responsabilidad social individual es nuestra conducta ética como miembros de la sociedad en la cual vivimos, para con nosotros mismos y con todo nuestro entorno. Va mucho más allá de las obligaciones legales; está vinculada con nuestro mundo íntimo, con nuestras actitudes en el hogar, con nosotros mismos, con nuestras familias, amigos, ambiente, espacios laborales
domingo, 14 de abril de 2024
Caminemos de forma sagrada
Caminar de forma sagrada es dar cada paso como si fuera el primero y vivir cada minuto como si fuera el único y sintiendo que cada paso es el primero de un sinfín de pasos. Es abrazar con nuestras manos los caminos y asombrar nuestros ojos con colores nuevos.
Andar
de modo sagrado es encontrar en la vida la expresión del alma; es aprender a
ser libres y permitir que la luz que brilla en la esencia de todas las cosas y
de todos los seres -en cada instante de vida- nos indique cuándo, cómo y hacia
dónde dar nuestro próximo paso.
Es
andar el camino sin prisa, abriendo nuestro cuerpo a la flexibilidad y nuestro
corazón al misterio de lo sagrado que nos aguarda en nuestro viaje por la vida.
Caminar
de forma sagrada es caminar con sutileza, suavemente, como acariciando apenas
el suelo, como si estuviéramos suspendidos en el aire.
Es
caminar con respeto y con cuidado; es andar con el corazón abierto y la
sensibilidad a flor de piel, percibiendo que cada instante es único, que cada
amanecer es una promesa de vida, que cada despertar es un renacimiento.
Es
andar con el corazón lleno de gratitud, disponible para celebrar la vida a cada
paso y brindarnos incondicional y amorosamente en cada encuentro.
Es
hacer de la vida un arte y vivir a la luz de la vida.
Caminar
de modo sagrado es una creación inspirada en la luz del alma, en su esplendor e
infinitud; es danzar con la vida siguiendo sus múltiples ritmos, en sintonía
con su “Groove”. Es darnos cuenta que, cuando equivocamos el camino, nuestros
pasos se corrigen desde el amor y la comprensión, transformando cada error en
un amoroso aprendizaje de vida.
Caminar
de forma sagrada es recorrer el camino dejándonos fluir, dando cada paso con
liviandad y sin crear más ego; es caminar con humildad sintiendo así, la
libertad de “ser”. Es recomponer esa parte del universo que nos toca, esa
porción del todo que es nuestra responsabilidad, ayudando a la siembra
compartida, brindando nuestras semillas de luz -las mejores de nuestra
selección- para contribuir a una maravillosa cosecha compartida.
Aprender
a caminar de forma sagrada será nuestra mejor ofrenda a la vida, porque
estaremos en sintonía con la vida planetaria, con sus múltiples
manifestaciones, con esa red invisible que nos une y nos reúne en una misma
trama, en la que cada nodo es importante para la existencia de toda la trama.
Necesitamos
fortalecer nuestra sensibilidad profunda para ser receptores de las voces
sutiles que van guiando nuestros pasos. Somos portadores de una fuerza infinita
que nos anima y nos lleva a la acción. Aprender a comunicarnos con esa fuerza a
través de sus diversos canales es –realmente- un aprendizaje de vida que
desarrollamos a lo largo de todo nuestro recorrido por esta vida planetaria.
Tenemos
que “recordar” cómo caminar de un modo sagrado para realizar nuestro destino,
para ofrecernos a la vida desde lo más profundo y ser protagonistas de las
transformaciones necesarias que prolonguen la vida de nuestra especie humana en
este planeta. Sólo tenemos que sentirlo, decidir e ir a la acción!!!
jueves, 21 de marzo de 2024
Cómo vincularnos con la PAZ en contextos de violencia
La paz es un estado interno de balance que involucra cuerpo, mente, emociones, afectividad, espíritu y también nuestra conectividad, es decir, nuestros vínculos con el medio natural y con los demás seres en el contexto social.
La PAZ es un fenómeno interno y externo, referido a la ecología interna, social y planetaria. Cuando hablamos de paz estamos hablando de armonía, de balance y del ritmo fluido de la vida que vivimos.
Somos
seres humanos, planetarios y espirituales, integrados en unidad en nosotros
mismos en todos los aspectos: físico, emocional, mental y espiritual.
Ser seres de paz implica tener conciencia transpersonal,
amplia capacidad de autoconocimiento y la responsabilidad personal de
autosustentar la propia evolución, transformación y trascendencia que
contribuya a sostener el balance vital en lo personal, en lo social y con el
medio natural.
Aún en contextos de violencia podemos transformarnos en seres de paz porque la paz inicia en nuestro universo interno; en nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestros pensamientos y para explorar cómo transformarnos en “seres de paz”, necesitamos considerar la paz en nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestra mente, para que luego se proyecte más allá de nuestra individualidad.
Cuando la violencia externa nos moviliza, nos altera y
nos lleva a perder nuestro balance estamos frente a un “síntoma”, a un llamado
de atención para que volvamos a focalizarnos en ese aspecto de la paz que nos vincula
con nuestra ecología interna.
Recordemos que nuestra vida transcurre en un mundo de
relaciones, de vínculos múltiples y diversos que tejen una trama que nos
involucra profundamente, en la que todo está vinculado con todo.
Recordemos también que la transformación personal es la que posibilita la transformación social; que si queremos que la paz abrace nuestro ámbito de vida, primero es necesario que nos transformemos personalmente en seres de paz para que la paz en lo externo sea el fiel reflejo de la paz en nuestro mundo interno. Una fuente de inspiración para transformarnos en seres de paz, en lo personal y en lo social puede ser el legado de los esenios a la humanidad; más allá del origen de esta hermandad, más allá del ámbito geográfico en el cual vivieron, lo importante es que existieron hace miles de años (mucho antes de la era cristiana) y dejaron un legado de enseñanzas que aparecen también en el “Zend Avesta” de Zoroastro, en el Brahmanismo, en los sistemas vinculados al yoga, en las enseñanzas del budismo tibetano, en la escuela de Alejandría (Egipto) y también, en la cultura occidental (en la Francmasonería, Gnosticismo, la Kabala, el Cristianismo).
Los esenios vivían en comunidad, a orillas de lagos y ríos, lejos de las ciudades. Compartían todas sus pertenencias por igual, eran absolutamente vegetarianos; eran agricultores y arboricultores y tenía un gran conocimiento de los suelos, del clima y los cultivos. Carecían de esclavos y criados. Dedicaban mucho tiempo al estudio de las escrituras antiguas, a la enseñanza, la sanación y la astronomía. Realmente, su vida era simple, ordenada, organizada y tenían rutinas saludables, vinculadas a la espiritualidad. Respetaban el sábado (shabat) y ese día lo dedicaban al estudio, a la conversación, a la música y a la atención de visitas. Todas sus actividades eran la expresión del amor altruista y creativo. Los esenios sabían vincularse con todos los elementos de la naturaleza y dominaban un conocimiento profundo de sus energías y la interrelación con todo en este planeta. Ese conocimiento les permitía comprender el funcionamiento corporal y su adecuada alimentación; consideraban al ser humano como una parte de esa gran trama viva e inclusiva. Sabían encontrar el balance vital y recuperarlo cuando lo perdían y tenían el don de la sanación. La meditación, la comunión con las fuerzas de la vida y del universo, el perfeccionamiento del cuerpo y de la mente, la alimentación consciente, el sentido profundo de familia, de humanidad, de espiritualidad y el respeto profundo por la sabiduría legada por los grandes maestros de todas las épocas de la humanidad, seguramente pueden ser una fuente de inspiración para nuestra propia transformación en seres de paz.
* Paz en el cuerpo
Nuestro cuerpo es un sistema físico por donde circula la
energía vital y psíquica. Esta energía recibe diferentes nombres según las
diferentes culturas: en el mundo griego se llama “pneuma”; en el judaísmo
“ruach”; en la cultura china “Ki o Chi”; en el yoga, “prana”; en Polinesia,
“mana”; en el Egipto antiguo, “ka”; en la cultura Dakota, “wakanda”(sólo para
traer algunos ejemplos). Esta energía sutil es el llamado “aliento de vida”. La
circulación de esta energía por el sistema físico a veces se bloquea por diferentes
motivos y –en esos casos- es necesario recurrir a métodos o recursos que ayuden
a su reconocimiento, desbloqueo y a la relajación para que vuelva a fluir libremente por los
canales adecuados de circulación de esa energía.
Podemos nombrar algunas prácticas que incluyen recursos
de relajación:
*
yoga * tai chi * aikido * judo *eutonía -entre otras-
También
la alimentación contribuye a la sustentabilidad de la libre circulación de esta
energía vital; una dieta consciente, saludable y balanceada complementa el
movimiento saludable y consciente del cuerpo.
*
Paz en el corazón
Cuando
hablamos del corazón incluimos las emociones y la afectividad. Generalmente,
este aspecto ha sido relegado en el ámbito de la educación y desplazado por la
desbordada atención que se le ha dado (y aún se le da en cierto modo) a la
intelectualidad, a la cual se le dio supremacía. Hoy se ha comenzado a hablar
de la inteligencia emocional y afectiva, generando nuevas responsabilidades,
como la responsabilidad afectiva y emocional.
*
Paz mental
La
mente se vincula con la inteligencia, la percepción y la
memoria. Pero la mente también es energía sutil, energía espiritual.
¿Cómo
podemos aquietar nuestra mente?
Uno
de los recursos más conocidos es la meditación.
La
meditación disuelve las fronteras que existen entre el Yo y el mundo exterior;
es el retorno hacia uno mismo, al cuerpo de uno; es un recorrido por nuestro
mundo interno, por el silencio que trae respuestas, que abre puertas a nuevos
caminos y alternativas; que calibra nuestra mirada del mundo y de la vida desde
una perspectiva inclusiva y expandida.
La
persona que medita trasciende el concepto del espacio-tiempo, por eso decimos
que disuelve las fronteras entre el yo y el mundo que nos rodea y en ese estado
se experimenta la llamada “paz interior”, incluyendo el aquietamiento de los
pensamientos y del caos mental.
Meditar
produce mejoras en muchos aspectos:
*estado
mental *atención *memoria *balance emocional *sincronización de las ondas
cerebrales de ambos hemisferios *productividad laboral *estimula y despierta la
conciencia *representa un antídoto a la alienación *facilita la resolución de
conflictos sin violencia, con sabiduría y amabilidad *nos vuelve seres más
abiertos, más conscientes, menos autómatas y menos alienados.
Estas
mejoras que se observan como efectos de la meditación también se hacen
extensivos a otras prácticas como las danzas meditativas, el Tai chi, el Chi
Kung, las danzas rituales de las culturas originarias y milenarias; las danzas
circulares del mundo o danzas sagradas circulares; éstas y otras son prácticas
que colaboran con la paz mental, la paz del corazón y la paz corporal.
*
Paz social
La
paz social es una consecuencia de la paz en uno mismo. La paz social
incluye la paz con la naturaleza y con el planeta y se relaciona con los
vínculos y la convivencia.
En la convivencia se dan algunas circunstancias que quiebran la armonía de todo el contexto. Existen acuerdos sociales que se transforman en presiones sociales que obligan a los individuos a adoptar reglas anormales y destructivas. Son consensos patogénicos muchas veces llamados “guerras justas”, que logran respaldos legales. Por eso, en las guerras se justifican las muertes y se las considera normales; se normaliza la guerra e incluso se justifica cualquier acto violento “en defensa del honor herido”; de este modo, las guerras se transforman en duelos de “honor herido colectivo” que involucran a sociedades enteras, volviéndolas prisioneras de esa "patología de la normalidad".
En esos contextos de convivencia, la falta de armonía causa la formación de una sociedad violenta, patológica y patogénica en sus vínculos con los individuos que la constituyen, volviéndolos prisioneros de esa patología “consensuada” e incluso, amparada muchas veces por la legislación.
La
mayoría de nuestras costumbres son el resultado de aquellas normas que hemos
copiado de nuestros padres, de otros ancestros y de los educadores que han
pasado por nuestras vidas. Ellas tienen por finalidad preservar nuestro
equilibrio físico, psíquico y emocional; en muchas oportunidades esas
normas pueden ser destructivas pero igualmente las adoptamos y sostenemos porque fueron
consensuadas y forman parte de esa “normalidad acordada” como pauta de
convivencia. Esas normas se vuelven patógenas y generan hábitos insalubres que están lejos de contribuir con una cultura de paz; pero si hacemos consciente esa condición, podremos abandonarlas, trascenderlas y transformarlas, encontrando las normas de convivencia adecuadas, coherentes con la esencia de una cultura de paz.